Paso de la Patria Corrientes

Estoy sentado en el patio de la cabaña Don Julián, y mi mente divaga entre la paz y el aire fresco que penetra mis poros con aroma a río. Es verano, y El Paso, se disfruta con cuerpo y alma.

Qué mejor manera que comenzar el año en uno de los paraísos correntinos, no solo de la pesca, sino también de las playas, el sol y el río. Paso de la Patria cada verano estalla con la llegada de miles de turistas que por diversos motivos escogen este punto de la provincia para pasar sus vacaciones. Y mi caso no es la excepción: cada tanto, suelo viajar hasta este bello destino junto a mi familia, ya que logro combinar varias actividades con mis hijos, a quienes, obviamente, igual que a mí, les gusta la naturaleza, y si hay un curso de agua cerca para mojar las líneas, mucho mejor.


Desde hace muchos años, establecimos una bella relación con la gente de la cabaña y, más allá de efectuar algunos relevamientos durante el año, también nos gusta compartir tiempo fuera del trabajo en este lugar lleno de mística y encanto. Cada amanecer y atardecer suele regalarme postales inolvidables, que cuando las repaso me invaden de alegría y nostalgia.

Llegamos a Paso de la Patria y el camino costero que nos lleva a la cabaña siempre es un recorrido lento, en el cual las miradas se pierden por el manto leonino de nuestro gran río. Miramos las piedras, nos detenemos un instante en la costa para ver si algún atrevido dorado se anima a arrebatar los cardúmenes de mojarras, o algún biguá se zambulle en busca de su dieta.

Seguimos lentamente el serpenteante camino, y nos admiramos por el crecimiento que tiene la zona con sus bellas casas de fin de semana y variados complejos turísticos.

Al llegar a la cabaña, la sonrisa siempre amable de Anahí o Irupé es la antesala de una estadía en la cual uno sólo debe preocuparse por disfrutar; todo lo demás es servicio y naturaleza, tranquilidad y descanso, la dosis que todos necesitamos para recobrar las fuerzas perdidas durante el año.

El saludo amable con los empleados de la cabaña nos hace sentir como en nuestra propia casa, y antes de acomodarnos mis hijos salen disparados hacia la pileta; como si fueran peces, necesitan del agua y están en ella hasta que los músculos no les dan más.

Nos acomodamos en las amplias habitaciones y preparamos el mate, para comenzar a disfrutar cada sorbo mirando al río. Varias familias eligen este destino para sus vacaciones, ya que el amplio parque, la pileta y las posibilidades de organizar una pesca en familia en escasos minutos nos brindan un entretenido programa para pasar varios días. Incluso quienes desean seguir conectados con el mundo por cuestiones laborales pueden hacerlo a través de sus notebooks y del servicio de conexión inalámbrica que se ofrece en el predio.

Hoy, las vacaciones han cambiado para mucha gente: ya nadie puede darse el lujo de irse varios días sin estar mínimamente conectado con el trabajo; la era moderna no nos da respiro y, por ello, el entorno debe ayudar, y aquí les aseguro que, aunque uno trabaje, descansa.

Cerca del mediodía la cocina con gastronomía típica de la región, con los excelentes platos en base a pescados, o las pastas, son el condimento necesario para que uno saboree los frutos del río, frescos, bajo la tupida sombra de los añejos árboles que custodian el lugar desde su nacimiento.

La pesca
Con Andresín nos ponemos a conversar sobre la buena pesca que se da en verano, y de inmediato me acerca unas fotos de los tremendos surubíes que suelen pescarse, como el que sacaron en plena Navidad, de más de 54 kilos. Mis ojos se pierden entre tanta belleza y, sin duda, surge la invitación para pescar a la cual nadie puede resistirse.

Como decía, en escasos minutos todo se organiza, ya que el complejo cuenta con servicio integral de bajada de lanchas y guardería, además de excursiones de pesca en lanchas amplias y con guías de gran trayectoria.

Esperamos que el sol baje su intensidad, y con buenos protectores solares e indumentaria acorde para soportar el calor, nos embarcamos junto a un guía de la cabaña y Aníbal Villalba, esposo de Anahí, con quien teníamos pendiente una pesca. La idea era que pudiera pescar mi familia, ya que les debía una salida a los grandes dorados; entonces, como siempre digo, solo fui para asistir a los más pequeños, ya que es imprescindible que todo el tiempo estemos atentos a los movimientos de los niños mientras pescan, ya sea para ayudarlos a lanzar, indicarles los cuidados que deben tener, asistirlos en caso de algún pique y ayudarlos a manejar la presa. ¡Ojo! Eso no quiere decir que cuando tengan un pique uno les saque la caña de las manos y los deje como meros espectadores mientras grite y delire con el pez.

La idea es que aprendan, que comiencen desde pequeños a respetar a los peces y que sientan en carne propia la potencia que impone un dorado de buen tamaño. He visto muchas veces cómo los padres, enceguecidos por sus ganas de pescar, no dejan que los pequeños participen en nada, y lo único que eso favorece es el desencanto de los chicos con este deporte. Tampoco nos vayamos al otro extremo de hacer de la pesca un sufrimiento para los niños: lo que necesitan es que los guiemos, les demos consejos y los ayudemos, y si pueden pelear con la presa, acercarla, sacarse una foto y a la vez devolverla con el mayor de los cuidados, sin dudas que estamos formando un futuro pescador, amigo de la naturaleza y defensor de las especies que habitan en nuestros ríos.

Los intentos
La modalidad elegida para la pesca fue el trolling, quizás uno de los estilos más sencillos para que los pequeños pesquen, ya que, una vez que lanzamos los señuelos y establecemos la distancia a la cual deben trabajar, el guía se encargará de manejar la lancha para llevarnos hasta la zona de pique. En esta ocasión, tanto Valentín como Santiago no tuvieron inconvenientes en sostener sus cañas, ya que usábamos señuelos de media agua y la resistencia que ofrecen no es tan agotadora como los de profundidad, que exigen un mayor esfuerzo. Atento a cualquier movimiento iniciamos las pasadas por la zona de los palos, un veril ubicado en la mitad del río, que esconde palos en su lecho y estaba dando buenos dorados.

Sin quitar la vista de las cañas, lentamente el baquiano fue realizando el paseo de los señuelos. Aquí uno debe estar atento, ya que el pique se puede dar con dorados juveniles como también con otros de mayor porte y, sin dudas, el sacudón en la vara es muy diferente. También los guías, en el caso de estar pescando con niños, suelen darle un golpe de acelerador al motor cuando se registra el pique, para asegurar la clavada, ya que la potencia de los brazos de los pequeños muchas veces no logra hacer daño en el pez.

En las primeras pasadas tuvimos piques, pero no logramos capturas, lo que igual sirvió para que los chicos estuvieran atentos y entendieran de qué manera se daba el pique y qué sensaciones transmitía en sus brazos. Esto está más que claro: a los pequeños les damos dos indicaciones y ya comprenden qué cuidados hay que tener. A veces nos pasa que estas mismas indicaciones se las damos veinte veces a los mayores y no las captan, pero eso es otro tema…

Una recomendación: los niños siempre deben estar sentados en las butacas de la lancha, porque, como decía, el guía la acelera cuando ve el pique y, si alguien está parado, seguramente perderá estabilidad con el empujón de la embarcación.

Estos comentarios, que para muchos pueden resultar redundantes, para otros son desconocidos, por lo que, como dice mi amigo Gabriel Paccioretti: “quienes saben todos los secretos de la pesca… abstenerse de comentarios…”. Estos consejos están orientados a quienes tienen pocas horas en el río y, especialmente, pocas horas con los niños en una lancha. También aclaro que esto no nos exime de algún accidente, ya que en la pesca los peligros son constantes, aun para los mayores, pero, si optimizamos los cuidados, disminuiremos los riesgos.

Llegaron los dorados
Con todo listo para recibir el furioso ataque de los dorados, recorríamos lentamente el veril, hasta que en la caña de Santiago se prendió un juvenil de unos tres kilos, que nos regaló y le regaló al pequeño, varios saltos haciendo más espectacular ese inolvidable momento. Todo era nervios, todo era emoción, y atentamente el niño seguía los consejos que le daba el guía. Tras varios minutos de lucha pudimos izarlo a la lancha para plasmar la captura en fotos. La alegría era completa, y por suerte teníamos toda la tarde para continuar probando. Luego de la devolución proseguimos con los ensayos.

Fue entonces el turno de Valentín, a quien casi se le escapa la caña de la mano, por la fuerza con la que el dorado tomó su señuelo. Tras ese percance y una vez bien aferrando a la vara, comenzó una pelea digna de las grandes batallas, en donde pescador y pez se disputaban cada centímetro de nailon. Con gran maestría, el baquiano le daba a la lancha algunos golpecitos de marcha, tratando de que siempre el sedal estuviera tenso. Por suerte, el dorado estaba bien prendido y, tras otros espectaculares saltos, subió a la lancha. Este era un digno ejemplar de unos siete kilos, que pasó a convertirse en el récord de Valentín. Seguimos con las pruebas una vez que lo devolvimos. Y les tocó a todos los integrantes de la lancha tener su chance con los dorados.

Ya cuando caía la tarde, Aníbal se dio el lujo de pelear con un hermoso dorado que nos regaló excelentes fotos y, por supuesto, un cierre a toda felicidad. De regreso a la cabaña, los pequeños insistieron en hacer algunos lances en la modalidad spinning, y tuvimos un par de piques más antes de cerrar la jornada. Con inmensa alegría, toda la familia había disfrutado de una tarde que jamás olvidaremos, con buenos peces y una excelente atención. Tras nuestra llegada al muelle, nos dirigimos a la pileta y, después de una sabrosa cena, nos fuimos a descansar, con el cuerpo agotado, pero el corazón ancho de felicidad.

Repaso las fotos y no puedo evitar pensar en un pronto regreso a El Paso, un destino que durante todo el año propone buenas opciones para la familia, con excelentes accesos y la mística de un Paraná que discurre sereno a la espera de los turistas. Si no conoce Paso de la Patria, le garantizo que no se arrepentirá y, si nunca disfrutó de la pesca con los suyos, hágalo: después me cuenta la emoción que se siente en este verdadero paraíso correntino.

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