Pesca en Empedrado Corrientes


Texto y Fotos: Ariel Robledo

A partir de ese momento se desató una locura pocas veces vista arriba de una lancha. Indicaciones, movimientos nerviosos, gritos, gotas de transpiración en la cabeza de Julio, y el guía que trataba de alejar la lancha de la zona de palos, evitando que el dorado se dirigiera a lo que sería un corte seguro. “¡Este bicho es muy grande!” comentaba el baquiano, y todos tratábamos de aconsejar de la mejor manera a Julio para que no perdiera el trofeo de su vida.
Playas concurridas y una pesca de ensueño. "La Perla del Paraná" recibió la nueva temporada con ejemplares de dorados y pacúes de diferentes tamaños.
Siguiendo con este fantástico derrotero por pesqueros correntinos de calificada trayectoria, arribamos hasta este singular tramo del Paraná que cuenta con un paisaje imponente, y que nos propone durante todo el año una pesca muy entretenida, llegándose a conseguir algunos récords de dorados y surubíes, como así también de buenos pacúes.
Dueña de diferentes accidentes geográficos que propician la proliferación de los peces más destacados que tenemos en el río, toda la zona con la llegada del verano se transforma, ya que arriban desde distintos rincones del país cientos de turistas para disfrutar de las playas, una buena alternativa para combinar una salida en familia con el deporte del silencio.

Cuando hablamos con Fabián Alegre, propietario de Excursiones El Señuelo, nos anticipó que se estaban dando muy buenos ejemplares de dorado, como también podíamos pescar algunos pacúes, si el tiempo lo permitía.

Sin dudarlo, emprendimos nuestro viaje hasta Empedrado. Llegamos por la noche y nos dirigimos al remodelado Hotel de Turismo, en donde para aplacar el calor nos zambullimos en la pileta antes de ir a cenar y planificar la pesca del día siguiente.

Me acompañaban en esta aventura Gastón Gervasoni y Julio Lombardo, dos amigos que apretaron el botón “pausa” en sus cuestiones laborales antes de terminar el año. La prisa con la que vivimos actualmente muchas veces exige que uno sólo se pueda escapar por un par de días y, por ende, debemos elegir aquellos destinos que nos garanticen buenos resultados en pocas horas. Aunque, como todo sabemos, la pesca no es una ciencia exacta, teniendo en cuenta la seriedad del prestador de servicio, uno muchas veces puede arriesgarse a hacer algunos kilómetros, si lo que nos espera es un día con posibles grandes sorpresas.

Una mañana de lujo
Nos levantamos temprano y desayunamos en el hotel esperanzados en tener una fructífera jornada. Luego nos dirigimos hacia la bajada de lanchas municipal y nos encontramos con el guía de Fabián, quien nos esperaba con su hijo para iniciar las pruebas.

Cargamos los equipos compuestos por cañas y reeles aptos para realizar trolling. En esta ocasión utilizamos una caña Quantum fliping y un reel cargado con multifilamento Mustad 0.31; otro equipo con caña Berkley Ligthing Rod y reel Okuma Indurom cargado con nailon 0.40 de Mustad y, por último, un equipo compuesto por caña Feenwick HMX y reel Abu García 6500 con multifilamento Mustad.

Como no teníamos demasiado tiempo, el guía sugirió probar en una isla cercana a la zona de La Mansión. Esta isla cuenta con dos correderas que se forman a ambos lados, pero la que mejor rinde es la que se enfrenta a la costa de Empedrado. El lugar tiene muchos palos y árboles caídos debido a la erosión permanente que hace el río.

Cuando el guía acomodó la lancha en el extremo inferior de la isla, nos advirtió que no largáramos tanto sedal y que utilizáramos señuelos de media agua, ya que en las profundidades de este sector está repleto de enganches. Un lugar denominado “sucio”, pero que sirve de buen reparo para los grandes dorados que esperan en estos lugares el paso de su dieta.

“Aquí siempre hay dorados grandes…” comentó el baquiano, provocando la admiración de mis amigos, quienes nunca se habían topado con un buen ejemplar. Así fue que lanzamos los señuelos y esperamos las respuestas. Julio y Gastón, mientras tanto, aprovecharon para tomar una rápida clase de pesca, consultando sobre qué hacer si tienen un pique, cómo clavar, qué hacer durante la lucha, etc.

Con la serenidad que caracteriza a los baquianos correntinos, el guía les fue explicando paso a paso cómo actuar en caso de tener una gran presa en el extremo de la línea. En este sentido, destacamos que el registro de freno del reel debe estar correctamente ajustado, con la posibilidad de que ante un brusco ataque la línea pueda salir, sin poner en riesgo la caña o el reel, y evitando el corte. Ante un pique, no tenemos que clavar como si estuviésemos pescando con carnada, sino que con el solo hecho de parar enérgicamente la caña y no perder tensión con la presa ya estaremos asegurando la captura. Claro está que el pez también tiene sus virtudes y no siempre queda correctamente prendido de los triples y se escapa. Por ello la pesca genera tanta pasión: en muchas ocasiones nos suele dejar con la espina clavada por la pérdida de un buen trofeo.

Mientras escuchábamos al guía, Gastón tuvo un tremendo ataque en su señuelo, que no le dio tiempo a nada, ni a clavar, ni a parar la caña, ni a pensar… Tras esta situación, la caña de Julio acusó el zarpazo de otra bestia, pero con la fortuna de que los triples de su señuelo lograron hacer el daño necesario como para que no se escapara.

A partir de ese momento se desató una locura pocas veces vista arriba de una lancha. Indicaciones, movimientos nerviosos, gritos, gotas de transpiración en la cabeza de Julio, y el guía que trataba de alejar la lancha de la zona de palos, evitando que el dorado se dirigiera a lo que sería un corte seguro. “¡Este bicho es muy grande!” comentaba el baquiano, y todos tratábamos de aconsejar de la mejor manera a Julio para que no perdiera el trofeo de su vida.

Los minutos pasaban y nunca vimos saltar al dorado hasta que, cerca de la lancha y tras varias embestidas, vimos emerger una mole dorada tremenda. “¡Esto es un elefante!” gritó Gastón, mientras Julio trataba de amortiguar con sus brazos agotados los últimos instantes de lucha del gladiador que brillaba con toda su espectacularidad en la superficie del río. “Ya falta poco, pero no te confíes; estas bestias nunca se rinden” decía el guía, mientras tratábamos de registrar con nuestras cámaras todo lo sucedido.

Una vez realmente agotado el pez, lo izamos a la lancha. ¡Increíble doradazo de arranque de temporada! Una verdadera joya del Paraná que nos daba uno de los momentos más felices de nuestra vida. Fotos, muchas fotos, poses rápidas, caras emocionadas, y luego la debida devolución del que nos hizo latir el corazón al máximo de revoluciones. “¡Gracias dorado, gracias Paraná!” eran las plegarias que elevábamos al cielo con una alegría desbordante.

Pasaron varios minutos hasta que nos tranquilizamos y todo volvió a la normalidad. Julio, feliz, preparó el mate y se dedicó a ver detalladamente las fotos. Era su primer dorado de casi veinte kilos, y seguramente pasará algún tiempo para que vuelva a encontrarse con otra bestia igual.

Los pacúes
Como no teníamos demasiado tiempo, el baquiano nos invitó a probar suerte con los pacúes, en otro sector del río no muy lejano. “Si sacamos un pacú, estamos hechos” pensé.

La idea era aprovechar que ya teníamos excelentes fotos con el gran dorado, y dedicarnos a probar con una especie que nos insume un poco más de tiempo y paciencia. Quitamos los señuelos y armamos aparejos con anzuelos para pacú y plomos de unos 40 gramos.

Encarnamos con masa, preparada especialmente y con una fórmula ultrasecreta. Navegamos un poco y nos encontramos con Fabián, que estaba con la otra lancha aguardando el pique de algún pacú. Sólo había conseguido respuestas de bogas pequeñas. Nos ubicamos cerca y lanzamos los aparejos en busca del “lechón del río”. Mientras tanto preparamos unos sándwiches y quedamos al reparo del sol.

Tras el almuerzo, Ramón nos sugirió navegar un poco hasta un sitio que jamás falla. Con la panza llena y el corazón contento, fuimos hasta el otro ambiente. El sitio no parecía tan apto para los pacúes: lo veía un poco desprovisto de vegetación, pero sin dudas confiaba en la experiencia del timonel.

El lugar se caracteriza por tener una zona profunda, por lo cual teníamos que lanzar hacia el medio del río y dejar que el aparejo tocara el fondo. “Este lugar siempre nos da algún pacú” dijo en voz baja Ramón.

Lanzamos las líneas y aguardamos el pique. Tras algunos minutos, la caña de Gastón se arqueó al límite y, cuando quiso clavar, el pez dejó de ofrecer resistencia. Al levantar el aparejo vimos el anzuelo pelado. Esto nos entusiasmó, y nos aferramos a la caña con más esperanzas todavía.

Sentí en mi caña otros leves toques, como de bogas, y de repente la llevada franca. “¡Pacú!” grité y comencé una entretenida disputa contra mi presa. En un momento se trabó la línea en los palos del fondo e imaginé que iba a perder el pez. Dejé unos instantes la línea sin tensión, y vi cómo nuevamente el pacú salía para el medio del río, en donde pude pelearlo sin problemas. Si bien el tamaño no era demasiado importante, al estar anclados y con la fuerte correntada que pegaba contra la costa, la pelea se demoró unos minutos. Suavemente lo izamos a la lancha para fotografiarlo y luego devolverlo. Estábamos felices, ya que en escaso tiempo podíamos comprobar las bondades de estos ambientes.

Preparamos todo y lanzamos los aparejos. Apenas cayó la masa al agua tuve una terrible corrida en mi nailon. Clavé varias veces y vi cómo el nailon se dirigía directamente hacia la zona de palos. Suponía que era este pacú era más grande que el otro, pero jamás pudimos verlo, ya que terminó cortando el nailon. En el breve tiempo de prueba logramos tres piques de pacúes y concretamos una captura mediana, lo que nos anticipa un verano con muchas posibilidades de prender buenos ejemplares.

Nos quedaban un par de horas para pescar y decidimos volver a la isla que durante la mañana nos regaló muchos piques de buenos dorados.

Nuevamente colocamos los señuelos para trolling de media agua, y Ramoncito timoneó la lancha con la misma destreza que a la mañana, pasando muy cerca de los palos.

Conseguimos varios ataques más de buenos dorados, dos de los cuales se fueron, y pudimos registrar la captura de cuatro piezas de tamaños medianos, con las que cerramos una jornada altamente rendidora en “la Perla del Paraná”. Regresamos a las playas de Empedrado en donde una gran cantidad de jóvenes disfrutaban del paisaje y la naturaleza que reina en la zona. “Se prevé una buena temporada de verano, y también lindos carnavales”, nos comentaba Fabián, y si a esto le sumamos la posibilidad de dar con una pesca calificada, me parece que no está de más dedicarle unos días de vacaciones a esta cálida ciudad correntina que viene experimentando un gran crecimiento turístico en los últimos años.

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